El insomnio es una dolencia común. En Europa, un tercio de la población no duerme bien y dos de cada diez personas toman regularmente medicamentos para ayudarles a dormir. La culpa recae más a menudo en los genes o el estrés. Pero el insomnio también puede ser un signo de una enfermedad completamente diferente.
Es un hecho conocido que una vez que te vas a la cama, pasas largas horas dando vueltas en la cama sin poder cerrar los ojos. Y si te duermes rápidamente, es sólo para despertarte varias veces sin poder volver a dormirte. Noches malas que nos prometen un mañana difícil, donde la fatiga se mezcla con la irritación. Se llama insomnio.
El insomnio no tiene una definición precisa, porque se basa en cómo nos sentimos. Algunas personas son capaces de hacer frente a las noches acortadas, mientras que otras tienen dificultades para hacer frente a ellas. Los médicos no necesitan realizar largas pruebas para diagnosticar este trastorno: simplemente escuchan las quejas de sus pacientes.
Causas psicológicas y genéticas
Estrés, preocupaciones: nada como las dificultades de la vida personal o profesional para atormentar nuestras noches. Un acontecimiento desafortunado puede privarnos de sueño durante varios días. Todos hemos experimentado esto antes. Pero el insomnio también puede volverse crónico y durar años. Lo más frecuente es que sea un trastorno psicofisiológico que se alimenta a sí mismo: cuanto peor dormimos, más miedo tenemos de dormir mal.
Llegamos a temer el momento en que tenemos que ir a la cama, preocupándonos de estar cansados al día siguiente. El sueño se convierte en una verdadera obsesión. La ansiedad alimenta el insomnio, que a su vez promueve la ansiedad.
Otra explicación es que el origen del insomnio puede tener componentes genéticos. Un estudio realizado en el Canadá demostró que el riesgo de padecer este trastorno era un 70% mayor entre las personas que tenían al menos un insomnio en su familia e incluso nueve veces mayor si tres de sus parientes cercanos lo padecían. Esto explicaría por qué algunos niños, desde su nacimiento, tienen un patrón de sueño particularmente frágil. Pero los genes no lo explican todo. El insomnio también puede ser una enfermedad idiopática, es decir, una enfermedad cuyas causas se desconocen.
Estos trastornos ocultos por el insomnio
El sueño en sí mismo a veces no tiene nada que ver. Si no dormimos bien, puede ser porque sufrimos una enfermedad que perturba nuestras noches. Este es el caso de la mayoría de los trastornos psiquiátricos. Por ejemplo, el deseo de acostarse temprano, de permanecer en la cama durante mucho tiempo y, sin embargo, despertarse muy temprano por la mañana sin poder volver a dormir, puede ser un signo de depresión. La ansiedad también tiende a perturbar la noche. Si estos problemas pueden ser tratados, el sueño mejora inmediatamente.
Tampoco es fácil dormir bien cuando se tiene un dolor intenso. Las personas con dolores difusos, principalmente musculares, suelen tener un sueño ligero y poco reparador. Esto conduce a un círculo vicioso: el dolor perturba su sueño y, a su vez, el sueño deficiente disminuye su umbral de tolerancia al dolor, que experimenta con mayor intensidad. Para salir de este círculo vicioso, es necesario tratar tanto el sueño como el dolor.